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¡Qué literatura... infernal!

LA LITERATURA ESPAÑOLA Y… DANTE

“A mitad del camino de la vida,

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado.

Cuán dura cosa es decir cuál era

esta salvaje selva, áspera y fuerte

que me vuelve el temor al pensamiento!”.

Si Dante hubiera viajado por un Infierno literario español, ¿qué es lo que habría escrito?

Inventa una historia en la que describes el viaje de Dante y Virgilio por un Infierno español. En este infierno Dante y Virgilio encontrarán escritores españoles, personajes históricos, personajes literarios relacionados con la literatura española que has estudiado en estos dos años.

¿Cómo sería este Infierno? ¿En cuáles círculos se encontrarían estos personajes? ¿Qué tipo de castigo por contrapaso tendrían?


* * *


¡Qué literatura... infernal!

Sabrina Bongiorno

V BL

A.S. 2020/2021


Todo estaba obscuro… Dante no podía ver nada, tenía miedo, el brazo de Virgilio era su único consuelo. En la obscuridad, de repente, Dante oyó gritos ahogados y un llanto. desesperado.

«¿Qué pasa?» preguntó a Virgilio, y de repente su curiosidad se encendió.

«Los gritos que oyes pertenecen a los que han jugado con el amor durante toda su vida sin arrepentirse. Pero… acerquémonos».

Don Juan

Así, los dos dieron unos pasos adelante y Dante vio claramente lo que estaba pasando; notó un personaje particular, muy importante en la literatura española: el Burlador de Sevilla, o sea Don Juan. Él era casi irreconocible. Estaba tirado en el suelo, indefenso, con la cara deformada por el dolor, mientras cientos de mujeres se le acercaron para apuñalarlo en el pecho con una daga.

Dante estaba a punto de hacer una pregunta pero Virgilio, como siempre, lo anticipó: «Lo que ves, Dante, es la ley del contrapaso: a lo largo de su vida Don Juan rompió, metafóricamente, muchos corazones y ahora las mujeres están haciendo lo mismo… ¡li-te-ral-men-te!». Dante siguió mirando la escena, asombrándose, hasta que el Don Juan notó a Dante:«Tú que me estás mirando con esta cara llena de compasión… ¿quién eres?». Cuando Dante le explicó su viaje, Don Juan contestó con estas palabras: «No me mires así, porque he vivido mi vida de la mejor manera. He tenido relaciones amorosas con las mujeres más hermosas sin sufrir nunca por amor. No estoy aquí porque he hecho algo malo…¡estoy aquí porque incluso Dios me envidia!».


Cuando estaban a punto de acercarse al próximo círculo, Dante todavía estaba molesto por las palabras de Don Juan.

«Las almas que pertenecen al infierno no conocen el arrepentimiento» dijo Virgilio casi susurrando «pero ahora, Dante, prepárate porque hemos llegado a otro círculo. Los que están aquí son los que con la magia han influenciado injustamente el curso del destino».


La Celestina

La escena que se presentó frente a Dante no fue menos impresionante que la anterior: el círculo estaba lleno de mujeres que cambiaban estado de ánimo cada dos segundos. «Esta es la ley del contrapaso… cada segundo de su vida es influenciado por una fuerza desconocida. Ellas han perdido el control de su vida tal como pasó a las personas que golpearon con su magia» explicó Virgilio a Dante. Dante empezó a mirar con curiosidad estas mujeres que habían intentado alterar los planes de Dios, hasta que una de ellas se le acercó: «He notado que me estás mirando. Bueno, si te gusta la literatura española, seguro que me conoces. Yo soy la Celestina. Era la mejor en mi trabajo, cambié el destino amoroso de muchas personas… la última fue la joven y hermosa Melibea y al final pagué con mi vida. Ahora estoy aquí, condenada por la eternidad. ¿Mi única culpa? Quería cambiar los planes del sino y nunca me arrepentiré por esto».


«¿Has entendido ahora? Las almas del infierno tienen pecados distintos pero todos tienen algo en común: nadie conoce la redención. Y las almas que estamos a punto de encontrar no son diferentes» declaró Virgilio.


Dante se dio cuenta inmediatamente cuando llegaron al siguiente círculo gracias a la luz reflectante de los espejos y gracias también al zumbido de los insectos.

«¿Por qué hay todos estos espejos? No entiendo» preguntó Dante mirando el reflejo de cien de hombres y mujeres deformados por las picaduras de los insectos.

«Esta vez será una de las almas condenadas a hablarte de la ley del contrapaso. ¡Elige una!».

Dante se acercó a un chico cuya cara era completamente irreconocible, se presentó y le pidió que hiciera lo mismo.

Pablo de "Marianela"

«Mi nombre es Pablo, pero puedes conocerme gracias a otro nombre, el nombre de la obra a la que pertenezco: Marianela. Marianela, sí… ella es la razón de mi condena: una mujer que dejé por ser fea, prefiriendo a ella la hermosa Florentina. Estoy atado a una silla, obligado a ver mis deformidades, porque a lo largo de mi vida he dado más importancia a la belleza exterior y ahora estoy condenado a la fealdad. Pero he conocido la verdadera hermosura, una belleza que ni Dios conoce… ¡esta es mi injusticia!».


Después del último encuentro, Dante sintió la necesidad de detenerse. El viaje al infierno todavía era nuevo para él y lo que había escuchado estaba más allá de todo lo que siempre había creído. Sintió la reconfortante y silenciosa presencia de Virgilio a su lado, a pesar de no poder verlo, pero esta vez el apoyo de su maestro no fue suficiente para calmarlo…

Conocer a los personajes de las obras que tanto había amado y poder tener una conversación real con ellos era un deseo que sin saberlo había expresado en varias ocasiones, pero después de hablar con el Don Juan, la Celestina y Pablo, ya no lograba quitarse una extraña sensación, una sensación que casi no podía explicar en palabras.

Se dio cuenta en ese momento más que nunca que sus caras y sus palabras parecían tan crudas, tan crueles e increíblemente reales, y un pensamiento pasó por su mente mientras una sonrisa aparecía en su cara: «¡Qué maravilla la literatura!» pensó «Es al mismo tiempo una fuente inagotable de conocimiento, una clave para escapar y el espejo severo de la realidad… cuando el hombre se deje fascinar por su misterio y su magia, su alma siempre encontrará un camino para la redención».

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