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Leyenda: "La casa de Bibiori"



Trabajo realizado por:


Adele Amato (Adels)

Ambra Gollo (Ramba)

Manuela Monteleone (Manvi)

Clara Zappalà (Becky)


***

Hay muchas historias sobre las fiestas cristianas y de muchas otras religiones, de hecho incluso entre los ortodoxos hay unas anécdotas pero una es la más importante: en Serbia hay una festividad llamada Bibi, conocida como protectora y curadora de la familia y de los niños y el significado de su nombre es tía o abuela.

Un día, durante mi permanencia en Serbia, paseando por las calles, me paré cerca de un coplero que, con aire muy triste, estaba contando una leyenda: hablaba de la familia Jovanic, de la madre Ana y sus hijos Aleksander, que era el hermano mayor, y Malika y de la trágica historia de esta familia.


***


Ana, una madre de dos hijos ,unos días antes de la festividad de Bibi, decidió enviar a sus dos hijos a casa de la abuela materna, que nunca habían conocido,para pasar unos días allí y el único medio disponible para llegar era el autobús, ya que la abuela vivía en un pequeño pueblo de Serbia.

Ella acompañó a sus hijos a la estación recomendándoles que tuvieran cuidado durante el viaje y que nunca se bajaran del autobús antes de la parada de calle Afano porque en esos lugares suburbanos había muchos peligros.

Durante el recorrido los niños miraban por las ventanas el hermoso paisaje que los rodeaba: prados llenos de flores, árboles en flor, diferentes animales que nunca habían visto en su ciudad, venados, pájaros coloridos, ardillas, todo lo que el paisaje tenía que ofrecer.

Durante este largo viaje Aleksander y Malika se quedaron dormidos por el cansancio y luego, después de una media hora, los dos se despertaron,observando que ya no estaban rodeados por aquel hermoso paisaje sino por un cielo cubierto de nubes; los animales habían desaparecido y solo había un fuerte viento y lluvia pesada.

Incluso si estaban muy asustados, los dos hermanitos bajaron en la parada correcta y buscaron a su abuela que los estaba esperando, levantando su mano para ser vista y con la otra tenía un paquete de dulces.

La abuela era una mujer muy misteriosa, no muy alta, delgada, con una piel muy pálida que resaltaba sus ojos cansados, rodeados por un halo oscuro y arrugas muy profundas; tenía el pelo gris, casi blanco, recogido y mojado por la lluvia y a su lado tenía un perro negro.

Los niños impacientes se acercaron al pequeño animal para acariciarlo, pero acercándose se dieron cuenta de su estado desaliñado: su hocico mostraba grandes cicatrices y sus afilados dientes eran claramente visibles y un ojo estaba entreabierto.

Lo peor fue que, levantando sus miradas, vieron la cara de sus abuela, su sonrisa maliciosa e inquietante, sus ojos color hielo, enrojecidos que se llenaron de lágrimas cuando los dos niños la abrazaron.

Todos juntos empezaron a caminar bajo la lluvia hasta la casa de su abuela.

Los tres llegaron y el perro empezó a correr alrededor de la casa, como si estuviera asustado; abriendo la puerta el salón estaba muy desordenado: había una mesa y unas sillas de madera gastadas por el tiempo, sillones y alfombras polvorientas, el suelo muy sucio y la habitación estaba iluminada por un candelero de metal oxidado. Lo que llamó la atención de los niños fue una pared ligeramente iluminada y llena de fotos enmarcadas de una infinidad de niños de todas las edades, excepto dos marcos todavía vacíos.

La abuela les hizo visitar toda la casa, en primer lugar su habitación llena de juguetes viejos, dando la idea de haber sido usados por otros niños antes que ellos; las paredes estaban llenas de dibujos colorados arruinados por las infiltraciones de agua, luego un estante lleno de muñecas y al lado de la pared unas camas pequeñas.


Al final de la visita de la casa, la abuela evitó una habitación diciendo que nadie podía entrar y en primer lugar los dos hermanitos no dijeron nada porque no querían molestar a la abuela.

Por la noche los niños comieron algo y se fueron a dormir, pero Aleksander, intrigado por la habitación “prohibida”,se acercó a la habitación. Entrando él vio muchos refrigeradores y armarios metálicos, sin entender su uso. Por la curiosidad se acercó lentamente, abrió uno de estos y salió un olor repugnante: dentro había una gran cantidad de contenedores con órganos humanos y, como Aleksander era muy perspicaz, pensó que pertenecían a los niños de esas extrañas fotos e inmediatamente salió y volvió a la cama asustadísimo


El día siguiente la abuela llevó a Aleksander y Malika a un cobertizo cerca de su casa, diciendo que podían jugar con otros niños por toda la mañana mientras ella se ocupaba de las tareas del hogar. Los dos hermanos entraron y la puerta se cerró detrás de ellos, intentaron abrirla pero cada intento fue inútil y Marika empezó a temblar por el frio y por el susto.


Ese lugar era muy oscuro, maloliente, las paredes estaban sucias y aunque si la luz era muy débil se veían cadenas y herramientas extrañas por el suelo y se podía escuchar el eco de llantos, sollozos y gritos. Aleksander tomó la mano de su hermana, dieron unos pasos adelante y vieron algo horrible: en el centro de la habitación había un crucifijo ensangrentado, rodeado por los cadáveres de unos niños mutilados y otros heridos, roídos por ratones enormes, con la bocas cubiertas por trozos de tela impregnados con un líquido oscuro y todos tenían una incisión profunda en el brazo que decía “bibiori”, o sea diminutivo de Bibi.

Después de 5 días la madre de la familia Jovanic llegó a casa de su madre, Suzana, para llevar a sus hijos a casa, pero la verdadera abuela nunca había visto a sus nietos, entonces la dos preocupadas comenzaron la búsqueda sin pararse.

La familia destruida y desesperada continuó la búsqueda sin resultados y solo después de mucho tiempo se resignaron.

En un frío día de invierno Suzana decidió ir al lago en el bosque para recoger unas bayas para su hija, que cada día lloraba y rezaba por sus hijos, pero de repente, mientras estaba paseando, vio a dos pequeñas figuras flotar en el lago y empezó a correr. La abuela arrastró los dos cadáveres fuera del agua e inmediatamente sintió un dolor agudo en el pecho y se dio cuenta de que esos dos hijos eran sus niños desaparecidos.


***

Desde ese evento tan espantoso, se cuentan varias historias de la desaparición o de la muerte de otros niños en el día de la festividad Bibi y se dice que, en aquellos días, se puede ver a una mujer mayor,muy oscura, que vaga alrededor de lugares en los que las personas llevan los regalos como peines, espejos y ropa de niños a una “Bibia” ,que se aferran a un árbol sagrado y espera a sus “nietos” para regalarle paquetes llenos de dulces

y acogerlos en su casa.




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