Cuando despertó, el dinosaurio estaba todavía allí.
(Augusto Monterroso)
Este microrrelato de Augusto Monterroso tiene la fama de ser el más corto del mundo. Y, al parecer, es cierto pues cuenta ni más ni menos que con siete palabras. Pero, a pesar de su brevedad, no por ello resulta ser un cuento simple y sencillo:
de hecho, muchísimos críticos han analizado el texto para entender con certeza qué fue lo que nos quiso decir este escritor guatemalteco.
Intenta dar un sentido a la frase inventando un cuento que empiece o que termine con esta frase.
* * *
Me acuerdo a la perfección de aquella noche: caminaba, pensaba y, de repente, encontré a un hombre, sentado en un banco, que lloraba.
No era ni un borracho ni un vagabundo y, al verlo por primera vez, parecía el hombre más sabio del mundo. Decidí hablar con él, quería conocer su historia y él me la contó… una historia tan maravillosa que yo también quiero contarla a vosotros.
Aquel hombre era el hijo del tiempo, la única persona que conocía el verdadero sentido de la vida. Era un amigo de Albert Einstein, el famoso científico que todos conocen, pero nadie sabe que durante su vida inventó un portal temporal y la primera persona que intentó usarlo fue exactamente el protagonista de nuestra historia.
Durante el viaje en el tiempo algo extraño pasó: un daño al aparato causó también un daño al sistema nervioso del hombre que perdió su memoria, perdiéndose en el tiempo y en el espacio. No acordándose de su pasado, él pensaba que aquella era la verdadera existencia y empezó a recordar algo, como si un conocimiento increíble estuviera intentando salir de su cabeza. No conocía su nombre pero había entendido que no se encontraba en el mundo, sino en otra cosa. Su genialidad estaba sobresaliendo y llegó a una conclusión a la que era imposible llegar: el mundo estaba durmiendo y él estaba viviendo el sueño del mundo.
De repente, se escuchó un ruido o, quizás, una voz. El hombre empezó a buscar el origen de aquel sonido: quería saber si el mundo estaba soñando con otras personas. El ruido se hizo siempre más fuerte y el hombre se dio cuenta de la existencia de un muro invisible por el que se veían algunos dinosaurios. No se podía pasar a través de aquella pared pero una cosa era cierta: se trataba de un portal para llegar al pasado, un portal cerrado porque no se puede viajar en el tiempo cuando el mundo duerme.
Se sentó para reflexionar y un dinosaurio se acercó con violencia pero él no tenía miedo, por lo tanto el dinosaurio se sentó también para observarlo y después de un poco de tiempo la criatura pareció sonreír. Los dos se observaron por muchísimo tiempo y se creó una especie de vínculo entre ellos: de hecho, cuando el hombre se levantaba para irse, el dinosaurio gritaba y el hombre siempre tenía que quedarse allí. De repente, un dolor de cabeza hizo de manera que el hombre pudiera ver en su mente algunas imágenes y, en una de estas, él mataba el dinosaurio. Su genialidad sabía que, para despertar el mundo, tenía que matarlo de verdad pero aquel muro no lo permitía y él estaba contento. Poco a poco su memoria regresaba y, en otra imagen de su mente, él clavaba un cuchillo en su corazón. Las dos imágenes se alternaban en su cabeza, hasta que se dio cuenta de la presencia de un cuchillo cerca de él. Usó su lama como si fuera un espejo y vio la cara de su amigo Albert Einstein: el daño había sido causado por él, que quería hacer dormir el mundo bajo el signo de la ciencia.
Su memoria estaba casi completa pero no sabía cómo comportarse y finalmente decidió clavar el cuchillo en su corazón. El dinosaurio gritó, lloró y empezó a pasar a través del muro y su fuerza vital decrecía. El dinosaurio era simplemente el corazón del hombre, la representación metafórica de una amistad que va más allá del espacio y del tiempo. El hombre volvió a su mundo y pasó el resto de su vida llorando porque había descubierto el sentido de la existencia… demasiado complicado para que yo pueda explicarlo hoy.
El hombre volvió a su mundo con una lágrima del dinosaurio entre sus manos y su corazón pulsaba. Despertó al mundo, despertó a su memoria y despertó a Einstein que se encontraba delante de él. Y lloró, porque cuando despertó, el dinosaurio estaba todavía allí.
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