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Leyenda: "El Coro de las Cruces"

Actualizado: 15 nov 2018



El Coro de las Cruces


Trabajo realizado por:


Anna Bruno (KatAna)

Andrea Gurrieri (Andrewangel)

Noemi Messina (Noe)

Lucrezia Munda (LuGryffindor)

Noa Parisi (Meme'sQueen)

Giovanni Salonia (GioMagic)

V BL

* * *



Introducción

Me encontraba en casa de mi amiga, estaba escribiendo junto a ella una historia feliz, una historia de amistad. De repente ella se paró, inmóvil y con la mirada perdida. Mi mano empezó a moverse sola, intenté pararla pero no lograba y me di cuenta de que en su dorso apareció una cruz.

Pasaron cuatro horas, mi cara estaba llena de lágrimas por el miedo que yo tenía leyendo las palabras que salían de mi boli.

¡Esta es la historia de la voz de la muerte!


* * *


Parecía un día como los otros en Nangal, un pueblo en el sur de España, muy bonito, feliz y tranquilo pero donde nadie creía en Dios.

En un bosque allí cerca había una iglesia habitada por un cura que un día, por el reducido número de fieles, empezó a tocar las campanas y decidió hacerlo cada mañana. El sonido era tan bonito que mucha gente (en particular niños) quiso acercarse a esta iglesia. El bosque en el que se encontraba era un lugar perfecto para acampar. Muchos árboles elegantes e imponentes vigilaban el maravilloso paisaje que, pese a la densa niebla, permitía vistas encantadoras, creando atmósferas mágicas.

En un viernes de abril seis chicos se fueron de vacaciones exactamente en este bosque. Pasaron una tarde maravillosa bailando y jugando y, por la noche, mientras estaban cenando, se presentó una niña de más o menos seis años, rubia, con la piel blanca y los ojos azules. Con su voz dulce y armoniosa empezó a hablar:

“¿Podéis darme una galleta de chocolate?”

“No tenemos galletas” contestó Noa.

“¡Sí que la tenemos! ¡Noa tú eres siempre la misma!” dijo Juan un poquito enfadado.

“Aquí están” y la niña se alejó contenta.

Pasó lo mismo por otras cuatro noches pero la sexta vez las cosas fueron diferentes: mientras que sus labios se movían para componer la misma afirmación que había utilizado en las noches pasadas, su voz salió mecánica.

“¿Podéis darme una galleta? ¿Por favor, podéis darme una galleta? ¿Podéis darme una galleta?” – lo dijo seis veces.

Los chicos se paralizaron y de repente en la frente de la niña apareció una cruz, roja, probablemente hecha de sangre.

Todos los chicos estaban inmóviles pero Noa temblaba, sus ojos perdían color como si alguien le estuviera arrancando el alma del cuerpo y, cuando se hicieron totalmente blancos, ella se cayó, muerta.

“¿Qué pasa Noa?” Noemi gritó y se acercó al cadáver de su amiga pero, cuando la tocó, ella estaba totalmente fría, tan fría que las manos de Noemi se congelaron. El cuerpo de Noa empezó a descomponerse y después de algunos segundos se veían sus huesos y sus tendones. En su ojo derecho había aparecido una cruz roja y un río de sangre salió por su retina.

“¡Tengo demasiado miedo, tenemos que escapar!”

“No, debemos descubrir lo que pasó, debemos tener la valentía de investigar”

La niña desapareció y fue claro que ella era la causa de la muerte de Noa. La buscaron en cada rincón del bosque, cuando se oyó a los lejos una sinfonía macabra y el grupo de amigos se dirigió hacia la dirección de este sonido.

Después de haber vagado entre los árboles, llegaron delante de una iglesia, la misma iglesia cuyas campanas se podían oír desde el pueblo. El edificio era grande, las ventanas estaban llenas de polvo, rotas, pero se veían los dibujos de los mosaicos. Había seis crucifijos que contorneaban la puerta de la lúgubre catedral.

Delante de la iglesia la melodía era más fuerte, aparecían niños que cantaban, los chicos entraron y después el silencio. El edificio estaba vacío pero en el centro había un órgano de tubo y teclado. Andrés se acercó a este instrumento y empezó a tocarlo, la cosa increíble es que él nunca había hecho algo similar. Parecía poseído, creando una melodía diabólica.

Todos los chicos estaban inmóviles pero Noemi temblaba, su piel se hizo casi verde y salió un río de sangre por su oreja derecha donde apareció también la misma cruz que apareció en el ojo de Noa. Se cayó sobre el teclado y cubrió con la sangre de su cabeza todas las teclas. Andrés se levantó pero no se acordaba de nada.

Los chicos no se dieron cuenta que en aquel lugar había unos retratos de niños y mientras que los miraban algunas cruces aparecieron en sus frentes. Aquellos niños empezaron a cantar, el mismo sonido que los chicos habían oído después de la muerte de Noa, un coro de niños muertos. Andrés de repente se paró. Todos los chicos estaban inmóviles pero él temblaba y un río de sangre salió por su nariz, se cayó por el suelo con los brazos abiertos formando una cruz.

Quedaban solo tres chicos tristes, asustados, desesperados. Vagando por la iglesia vieron una puerta de la que salía un buen olor pero, cuando entraron, este olor se hizo repugnante. Se encontraban en una habitación llena de galletas, las mismas galletas que habían dado a la niña pero estaban bañadas en vasos de sangre. Lucrezia cogió entre las manos una de estas galletas, las miró y las comió. En un primer momento, mientras que Lucrezia masticaba, la galleta parecía normal, crujiente pero, poco a poco, el ruido que salía de su boca se hizo terrible, sus dientes se rompieron y ella empezó a masticarlos con la galleta.

Los otros dos chicos estaban inmóviles pero después de haber tragado la galleta Lucrezia temblaba. Vomitó sangre, demasiada sangre, hasta que se quedó sin más una gota y se cayó sobre la aguja roja que ella misma había creado. Ana, su mejor amiga, lloraba y abrazando el cadáver de Lucrezia se dio cuenta de que una cruz apareció también en su ombligo. Ana y Juan eran los únicos supervivientes y los únicos que podían descubrir la verdad.

Juan dijo: “¡Ana, tenemos que encontrar un arma, alguien podría atacarnos en cualquier momento!”

“¡No puedo abandonarla aquí!”

“¡No tenemos alternativa!”

Los dos caminaron un poco y de repente Ana gritó:

“¡Mira Juan, hay un cuchillo por el suelo!”

Juan lo recogió pero en la hoja había una cruz, el chico la miró intensamente y en aquel momento la clavó en el corazón de Ana. No lo había hecho por su propia voluntad, alguien lo había controlado. Ana murió y Juan no tenía tampoco el tiempo de abatirse, tenía que luchar pero su miedo era tan fuerte que intentó huir. Encontró la puerta, salió pero nunca lograba abandonar la iglesia. Después de haber vagado por algunos minutos vio un altar y un cura que parecía masticar algo y que estaba dibujando con un punzón una cruz en la frente de algunos niños. Se volvió hacia Juan, girando su cabeza de 360° grados, y se acercó a él, girando también su cuerpo. Estaba masticando una mano muy pequeña, Juan intentaba escapar pero estaba inmóvil, temblaba. Su cuerpo se llenó de cruces de sangre, el sacerdote seguía acercándose, puso su mano en la cabeza del chico y dijo:

“Hágase la voluntad de Satán”

Ríos de sangre salieron por la cruces del cuerpo de Juan y los niños al fondo de la sala empezaron a cantar, con las cruces de sangre en sus frentes, la misma melodía trágica que acompañó nuestros protagonistas desde el comienzo. Juan se cayó, muerto y el cura volvió a su lúgubre pasatiempo.

* * *

Epílogo


Mi mano se paró, mi amiga empezó nuevamente a hablar pero su voz era mecánica, una cruz apareció en su frente y me dijo:

“Cada 666 años un viernes de abril como el día de la crucifixión de Jesús seis personas mueren, víctimas de una maldición, la voz de la muerte se personifica a través de un coro de niños muertos. Atención, también tú puedes sucumbir a la voluntad de Satán”.

Me levanté asustado para hablar con los padres de mi amiga que se encontraban en el salón, pero su hermanito estaba cantando una sinfonía macabra. De repente, el silencio:

Una cruz apareció en sus frentes y murieron su madre, su padre y su hermano y sus hermanas. Volví a la habitación, también mi amiga había muerto.

Yo terminé esta historia y me di cuenta de ser el mensajero del diablo.



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